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Piensa en GRANDE; Think BIG

Piensa en GRANDE; Think BIG

De verdad: Piensa en grande. No importa que seas el líder de una empresa que no tenga más de 20 trabajadores. Pero que seas una PYME no debería ser sinónimo de pensar en pequeño. De hecho, es importante pensar en grande para poder crecer. Por ello, es fundamental que tengas referentes de gran calibre como Google, Facebook, Amazon o cualquier otra gran empresa de tu sector. Porque si lo que hacen les funciona, ¿por qué no hacerlo tú?

Pero antes de empezar a pensar en grande (como debe ser), me gustaría hacerte un planteamiento. Piensa en cuál es la gran empresa que tienes como referente. Ahora piensa en tu empresa tal y cómo es hoy. ¿Se parecen en algo? No te preocupes. Es normal que en estos momentos haya una diferencia tremenda. Pero qué te parece si echamos la vista atrás y te pregunto: ¿crees que en el último año tu empresa ha cambiado en algo para parecerse a ese referente? ¿Y si miras tres años atrás? ¿Y cinco? 

No conozco tu caso en concreto, pero muy probablemente la cosa no haya cambiado mucho, y estoy segura de cuáles serán las excusas que te puedan venir a la cabeza: “no tengo tiempo de fijarme en esas cosas”, “tengo cosas más importantes que hacer”, “no tengo recursos para hacer lo que hace mi referente”, bla bla bla… Toda esa palabrería no son más que excusas y hoy quiero darte las herramientas básicas que necesitas para pasar de pensar en grande a empezar a tomar la acción necesaria para serlo.

Cuando pensamos en las grandes corporaciones como referentes nos pueden parecer hitos inalcanzables porque facturan millones, tienen sucursales por todo el mundo, son grandes franquicias o lo que se te pase por la cabeza. Pero hay algo que todas ellas tienen en común y que además comparten contigo: antes de ser lo que son, fueron una idea en la cabeza de alguien.

No olvides que todos los caminos se empiezan con el primer paso y por mucho que ahora veas un gran gigante, en su momento también fue un bebé. Elige la compañía que quieras. Del sector que más te interese. No importa. Todas empezaron de cero y fueron probando cosas, equivocándose, aprendiendo de sus errores y evolucionando.

El emprendedor

¿Sabes quién era Steve Jobs? Exacto, fue el fundador de Apple. Jobs revolucionó el mundo con su iPod, pero hasta llegar ahí pasaron muchas cosas. ¿Sabías que cuando empezó lo hizo en un garaje junto a un amigo y con un presupuesto ridículo? ¿Sabías que ni siquiera terminó sus estudios? Piénsalo bien: un joven que no tiene estudios ni dinero y que se mete en una inversión que no sabe dónde le va a llevar. Ahora lo vemos muy fácil porque sabemos el resultado, pero si tu hijo, tu primo o un amigo cercano te dijera que va a hacer esto, en algún punto de tu cabeza pensarías “está loco”.

Alguien me dijo una vez que los emprendedores tenemos que tener un punto de locura para atrevernos a hacer cosas que los demás no osan. Y no podría estar más de acuerdo, la verdad. Tenemos que arriesgar un poco porque si esperamos a que llegue el momento perfecto, nos pasaremos la vida esperando. ¿O es que no sabes que la perfección no existe? Pues, de igual modo, ese momento tampoco llegará. Siempre habrá algo que lo enturbie, que nos permita pensar en una opción para seguir esperando y así hasta que ya sea demasiado tarde. Entonces, nos arrepentiremos de no haber dado el paso. Pero las lamentaciones no nos ayudarán a avanzar.

Por ejemplo, ¿sabías que la idea de red social que más tarde se transformó en Facebook no salió de la cabeza de Mark Zuckerberg? Pues no, la idea no fue suya, pero a diferencia de la persona que la tuvo, él decidió arriesgar, tomar acción y le salió bien. Ahora es uno de los hombres más ricos del planeta y es mundialmente conocido por Facebook porque aunque no fue su idea sí fue su obra.

Cuando pases del plano mental al plano físico habrás dado el paso más importante: el primero.

El empresario

Cuando emprendes, como bien sabes, existen mil y una cosas para las que nadie te prepara: impuestos, facturación, venta, marketing, gestión de redes, contratación, colaboraciones, negociaciones, agenda, planificación, objetivos y mucho más. Esto de trabajar para ti es mucho más que saber un oficio y empezar a ejercerlo libremente. Lo cierto es que detrás de esa fachada que todos podemos ver hay un montón de cosas más que nos atan al trabajo a un nivel que, tal vez, no hayamos llegado a entender antes de empezar a andar por este camino.

No te asustes. Si eres autónomo eres tu propio jefe y deberías tener potestad para decidir hasta dónde quieres llegar. El problema es que muchos se convierten en esclavos de sí mismos y crean empresas que no funcionan si ellos no están ahí. Mantén el foco. Recuerda que ya no eres un trabajador raso, eres el que toma las decisiones en tu empresa. Y tendrías que destinar tu energía a gestionar esa máquina corporativa que has creado y, sobre todo, a hacerla evolucionar y crecer.

“Si no atiendo a mis clientes, ¿cómo quieres que facture?”

Está claro que sin ventas no vas a recibir el dinero que necesitas para mantener a flote tu empresa. Pero si te centras exclusivamente en hacer la parte ejecutora, entrarás en un bucle del que te costará mucho salir. Tu vida se reducirá a tu trabajo y el resto de los factores pasará a un segundo e incluso tercer plano. Así que la solución está en delegar.

Delegar

Todas aquellas tareas que pueda hacer otra persona por ti, ves delegándolas. De hecho, si realmente piensas en grande, deberías considerar delegarlas todas y disfrutar más de tu tiempo. Eso sería la leche, ¿no crees?

No, en serio. Retoma el tema de tu referente corporativo. ¿Cómo te imaginas que vive su director general o su fundador? Ahora piensa en cómo vives tú – siempre en relación a la empresa, eh. – Pues si ese es tu referente y tu situación actual no se le parece, deberías pensar en qué debes hacer para empezar a cambiarla. Porque, en definitiva, lo que tú quieres es encontrarte en una situación como la de esa persona, ¿no? Pues algo falla.

No quieras hacerlo todo hoy. No quieras empezar mañana con un plan de rutinas totalmente nuevo. Eso sería un error. Ves implementando pequeños cambios y comprobando que realmente son adecuados para el punto en el que te encuentras. De esta manera, poco a poco, harás cambios que irán transformando tu empresa en esa que quieres que sea en el futuro.

Pero no todo son malas noticias. De hecho, estoy convencida de que hay tareas que ya has empezado a delegar. O bien porque no tienes tiempo para hacerlas, o bien porque directamente no sabes hacerlas. Podríamos referirnos al tema contable, al tema de administración web, diseño gráfico, gestión de redes sociales, imagen de marca… “Sí, pero eso son cosas puntuales, no del día a día”. Cierto, pero delegarlas te ha permitido despreocuparte y centrarte más en aquello que te interesaba, ¿o no? Pues, volviendo al tema de mantener a flote la empresa, tal vez deberías pensar en qué puedes ir delegando y probar a ver qué pasa. Y recuerda: si esperas al momento perfecto, te pasarás la vida esperando.

Pensar a largo plazo

Si todavía estás en una etapa ejecutora, en la que tú lo haces prácticamente todo, te habrás dado cuenta de que las 24 horas del día no son suficientes. Y es que la dirección de una empresa puede llegar a ser algo muy complejo. Cuando tienes trabajo y no tienes a nadie que te ayude a hacerlo, es muy fácil pensar a corto plazo. ¿Qué digo a corto plazo? A plazo inmediato. De ahora para ya. Te pasas el día apagando fuegos, salvando vidas. Y al día siguiente más de lo mismo. ¿Te suena?

Esta es la consecuencia más habitual de los empresarios que no tienen en cuenta una planificación a medio o largo plazo. ¿Quieres tener una empresa tan rentable como la de Jeff Bezos? Pues deja de hacer cosas que no te acercan a ese objetivo y centra tu energía en planificar cambios y acciones que te permitan avanzar. Aunque sea despacito, pero sin dejar de hacerlo.

Recuerda: piensa en grande. Si sabes dónde quieres llegar, es cuestión de que determines qué hitos debes alcanzar para llegar allí. Qué debes hacer. Cómo. Qué cambios deberías implementar. Y con toda esta lista de tareas, pasar a la acción. Es más, de manera periódica, deberías revisar que sigues avanzando. Que no estás estancado. Que no has vuelto a tu rutina anterior. Tener el foco puesto en un objetivo que no sea de ejecución inmediata, te ayudará a dejar de apagar fuegos que no te llevan a ninguna parte (aparte de lo que ya conoces) y que poco a poco te acercarán a la empresa que quieres y que todavía no tienes.

Piensa en grande y vive a cuerpo de rey

Piensa en grande te podrás permitir salir del bucle que te esclaviza. Te permitirá facturar más, tener más tiempo y, en definitiva, disfrutar más de aquello que tú prefieras. ¿Un sueño hecho realidad? Tal vez… Depende de lo que sueñes. Pero una cosa quiero decirte, y es que el hecho de que delegues (incluso aunque lo delegues todo), no implica que no hagas nada. Antes de llegar a ese punto, te va a tocar trabajar mucho, poner a funcionar esa materia gris que tienes en el coco, equivocarte muchas veces y sobreponerte a cada una de ellas para probar una cosa distinta. Pensar en grande es maravilloso. Puedes conseguir lo que te propongas. De verdad. Pero tienes que estar dispuesto a recorrer el camino. Así que dime: ¿lo estás?

Las 5 características del buen líder

Las 5 características del buen líder

Las dotes del buen líder están compuestas por ciertas habilidades que muchas personas tienen dentro de sí de forma innata. Sin embargo, existe la posibilidad de aprenderlas, si no cuentas con ellas. Así que, dicho esto, podríamos afirmar que si no eres un buen líder es simplemente porque no quieres.

Hoy vamos a hablar de esas 5 características que debe tener un buen líder y estoy segura de que te vas a quedar hasta el final porque éste es un tema que te interesa y que te toca la fibra sensible. Así que, dime, ¿estás listo para el contenido de hoy? ¡Pues empecemos!

1. Tu coeficiente

Es necesario que desarrolles constantemente tanto tu inteligencia como tus dotes personales. Me refiero tanto a tu coeficiente intelectual como al emocional. No dejes nunca de formarte, de mantener una mente abierta y de entender que no lo sabes todo. Al mismo tiempo debes ser capaz de desarrollar tu inteligencia emocional y a través de ella reforzar los lazos que te unen a las personas de tu entorno. Ya sea en el ámbito laboral o extralaboral. Si quieres un poco más de información sobre este tema, te recomiendo que le eches un vistazo a este artículo.

2. Comunicación

Recuerda que la comunicación, para que sea fructífera debe ser bidireccional. ¿Y eso qué implica? Pues que cuando seas tú quién comunique deberás utilizar la asertividad y cuando te toque escuchar que lo hagas activamente. De esta manera, por un lado, fomentarás el respeto como base de las conversaciones y, por el otro, obtendrás toda la información que necesites para valorar la situación sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Es decir, serás más objetivo y te dará un poder de decisión menos influenciado por un calentón, por ejemplo.

3. Estrategia

No olvides que estamos hablando de un liderazgo corporativo y por lo tanto, cuando llevas a cabo una acción no debe de ser al uso, sino que debe seguir una estrategia concreta. Todo ello para alcanzar una meta u objetivo en particular. Puede ser cualquiera: mejorar el ambiente de trabajo, potenciar la motivación, depurar malos hábitos, gestionar un cambio o simplemente aumentar la facturación mensual. El objetivo es indiferente, porque lo realmente importante es que tú como buen líder no olvides que debes seguir una estrategia para alcanzarlo y teniéndola en mente actuar en consecuencia. 

4. Confianza

Como te he dicho en varias ocasiones, lo ideal es que tú seas el ejemplo que los demás sigan. Si siempre tomas la iniciativa, si no te da miedo mancharte las manos y meterlas en harina, el resto no dudará en hacer lo mismo. Así también te ganas su confianza y, lo más importante: su respeto. Por supuesto, también debes seguir una coherencia entre lo que dices y lo que haces porque de lo contrario crearías desconfianza y obtendrías el efecto contrario. Si realmente crees en lo que haces, no hará falta que pienses en ello porque te saldrá sólo. El problema aflorará cuando realmente lleves a cabo tareas en las cuales no crees porque, tarde o temprano, enviarás mensajes de manera inconsciente que confundirán a la gente que te tiene de referente.

5. Compromiso

De nuevo, si quieres a gente comprometida a tu alrededor, debes ser el primero en mostrar ese compromiso. Piensa que a través de esta pasión estarás inspirando y motivando a tus seguidores y eso es algo que no puedes forzar, porque sino no estaríamos hablando de un buen líder, sino de un simple jefe. A través de tu compromiso serás capaz de entusiasmar al resto para aportar lo mejor de sí mismos al proyecto empresarial. ¿No te lo crees? Pues te reto a que lo pongas en práctica y me cuentes.

¿El líder nace o se hace?

Está claro que hay personas que ya nacen con alguna o todas estas características y simplemente las usan sin entender el poder que pueden ejercer sobre el resto de personas. Las hay que las tienen y además las usan. Y, por último, están las personas que no las tienen. Pero eso no implica que no las puedan aprender. Si estás dentro de este último colectivo, te aseguro que puedes aprenderlas siempre que éste sea tu deseo. Pero vas a tener que dedicarle tiempo, esfuerzo y mucha paciencia. Parece que te lo estoy pintando muy mal, pero el que algo quiere algo le cuesta y yo no estoy aquí para regalarte los oídos sino para decirte las cosas como son.

Si no sabes muy bien cuál es la diferencia entre un líder o un jefe o si dudas de cuál es tu situación actual, te recomiendo que le eches un vistazo a este artículo. En él te propongo hacer un test. ¿Te atreves a ser sincero y afrontar el resultado que te depare el test? Estoy deseando leerte tus comentarios.

Usar la inteligencia emocional en tu empresa

Usar la inteligencia emocional en tu empresa

Si tu empresa ha sobrevivido a esta época de incertidumbre y cambios, estoy segura de que uno de los puntos que más has trabajado en este último año ha sido el trato con las personas. Vaya, que has dado valor a lo realmente importante y que has trabajado puntos como la empatía, el intentar adaptarte para que todo siga funcionando y mucho más. Pues, te sorprenda o no, esto es parte de la inteligencia emocional y si te suena algo de lo que te he dicho, ya habrás podido comprobar el poder que puede imbuir en tu entorno.

Como ya te comenté en este artículo, lo más importante de tu empresa no es el dinero que amasas, sino las personas que la conforman. Porque sin ellas, no podrías hacer lo que haces o, por lo menos, no al mismo nivel que lo estás haciendo ahora. Por lo tanto, es fundamental que como líder sepas manejar a tu equipo para sacarle el máximo partido. Para ello, vas a necesitar dominar el arte de la inteligencia emocional. Y no te estoy pidiendo que te leas una serie de libros o que hagas un curso. Aunque no estaría mal, la verdad. Sino que te sugiero que tengas en cuenta estos factores.

Factores de la inteligencia emocional

En primer lugar, me gustaría hablar del autoconocimiento. Para poder estar al frente de un equipo de personas y saber cómo potenciar sus habilidades, es necesario que primero te conozcas tú. Reconocer las propias debilidades para trabajar sobre ellas o identificar tus fortalezas para potenciarlas es el primer paso. A partir de aquí te será mucho más fácil hacerlo en los demás y definir el rol que cada uno de ellos deberá llevar a cabo dentro de la estructura del equipo.

En este sentido, la motivación también es muy importante. Primero encontrar la propia y después saber trasladar esa pasión a los demás para que tengas un equipo al 1000%. Pasión, desafío, superación, retos, satisfacción por el trabajo bien hecho. Estos conceptos deben resonar en ti y en tu equipo para encontrar esas sinergias que realmente dan impulso al conjunto.

Por supuesto, no nos podemos olvidar de la empatía. Y, tal vez, esta habilidad sea la más conocida en el campo de la inteligencia emocional. ¿No te parece? Bueno, como ya sabrás, me refiero a la habilidad de ponerse en los zapatos de los demás. De hacer el esfuerzo por entender completamente lo que te están explicando. Incluso de sentir lo que esa persona está sintiendo. Poniéndote en su lugar entenderás mucho mejor por qué se comporta como lo hace o por qué toma las decisiones que toma. A través de la comprensión y de la empatía es mucho más fácil mediar entre personas y conseguir una mayor cohesión del equipo.

Y por último, pero no menos importante, están las habilidades sociales. En este punto no hay mucho secreto, que digamos. Se trata de tener dotes de comunicación, saber escuchar, ser asertivo cuando se habla, tener capacidad de negociación, contar con una mente abierta, respetar a todo el mundo y un larguísimo etcétera. Cuantas más habilidades sociales tengas, menos te costará conectar con la gente.

Lo cierto es que varios estudios aseguran que las personas que dominan la inteligencia emocional tienen muchas más probabilidades de lograr el éxito en aquello que se propongan. Y me refiero tanto a la parte personal como a la profesional. Al final, y por mucho que lo queramos separar, estamos hablando siempre de lo mismo: del contacto y la relación entre personas. Y, si te paras a pensar en ello, pasamos casi el mismo tiempo en el trabajo que fuera de él. Claro, eso sin contar las horas que estamos durmiendo…

¿Qué quiero decir? Pues que la única diferencia es que, si eres trabajador, no puedes elegir a las personas que trabajan contigo. Pero si eres el líder, sí. Tienes que buscar esa sintonía en las personas que conforman tu equipo y una vez la hayas encontrado, cuando tengas que mantenerla, será el momento de aplicar todo lo que sepas sobre inteligencia emocional

Por qué aplicarla en la empresa

Pues, como ya te he comentado, dentro de la empresa pasas mil horas y además te toca convivir con otras personas. Y no me digas que no, porque aunque ahora estés solo, seguro que tienes que lidiar con proveedores, colaboradores, clientes. Por lo tanto, todo esto que te estoy contando hoy te puede ser tremendamente útil. Piensa que, sin importar cuál sea tu situación actual, vas a tener que hacer frente a muchas adversidades como la gestión del cambio, la frustración, la queja, el miedo, la culpa, las rencillas personales, etc. Dominar las bases de la inteligencia emocional va a ser ese plus que te va a permitir salir airoso de realidades que, tal vez, ahora te sobrepasen.

Fíjate que algunos estudiosos en el tema aseguran que en un tiempo el coeficiente emocional será incluso más importante que el intelectual porque éste nos permite determinar cómo reaccionaremos ante situaciones adversas. El coeficiente emocional nos permite valorar si una persona del equipo podría ser un buen líder y, por lo tanto, nos da pistas de a quién delegar en caso de que así quisiéramos proceder. Al final, lo que buscamos son personas que busquen soluciones y no más problemas. Así que ¿por qué no tener en cuenta esta capacidad cuando contratamos a alguien nuevo?

Delegar tu liderazgo

Puede que ahora mismo ni te plantees faltar un sólo día a la semana a tu puesto de trabajo. Pero tienes que ser sincero contigo mismo y admitir que si quieres tener más tiempo libre, debes delegar alguna o todas tus tareas. Dentro de ese rango tú eliges. Cuanto más delegues, más tiempo tendrás para hacer otras cosas.

Si no confías en tu equipo, mal lo llevas. Porque no serás nunca un empresario, sino un autoempleado. Estarás dentro del estereotipo del autónomo esclavo de su trabajo. Así que sí; delegar debería que estar entre tus planes de futuro. Y para ello, contar con una inteligencia emocional sólida te permitirá elegir mejor quién será un digno sucesor para según qué tareas. De hecho, a través de la inteligencia emocional podrás detectar las fortalezas y debilidades de cada una de las personas integrantes de tu equipo y así poder determinar en qué rol desempeñarían una mejor labor. ¿Te ves capaz de asignar estos roles? No dudes en contármelo en la caja de comentarios. Me gustaría mucho saber cuál es tu opinión al respecto (guiño).

El feedback

Hasta ahora te he explicado cuál es tu papel en todo esto y todo lo que puedes dar a través de la inteligencia emocional. Y lo cierto es que podría explicarte mucho más, aunque no es plan porque sino esto se alargaría demasiado. Pero otro punto realmente importante es lo que recibes cuando pones en práctica lo dicho hasta ahora. Poco a poco verás cambios a tu alrededor. Te darás cuenta, por ejemplo, de que acudirán a ti en busca de consejo o ayuda con más frecuencia, de que serán capaces de ser menos dependientes cuando les asignes una tarea, de la sinergia que se crea entre las personas que trabajan en la misma dirección y que se sienten motivadas. Éstos y otros cambios no serán más que factores que sumen e incluso que multipliquen los resultados que ahora tienes. No me digas que no es, como mínimo, interesante.

Además, en base a la inteligencia emocional, tú tendrás las herramientas necesarias para motivarles más efectivamente, para persuadirles a alcanzar ciertas metas y, sobre todo, para entenderles y proporcionarles aquello que necesiten cuando las cosas no vayan tan bien como nos gustaría. Cuando las cosas funcionan, no hay discusión. Pero un buen líder es aquel que se mantiene ahí incluso cuando las cosas se tuercen. ¿Estás preparado para tratar con personas?

La responsabilidad del empresario

La responsabilidad del empresario

Cuando pasa algo a tu alrededor que no te gusta, tienes 2 opciones: o te pones en plan víctima, a la defensiva y diciendo algo así como “no puedo hacer nada y mira que mal estoy”, o decides aceptar tu parte de responsabilidad y actuar en consecuencia. ¿Eso qué implica? Esto quiere decir que entiendes que no eres inocuo y que tus acciones tienen una repercusión en tus resultados y también en los elementos que conforman tu entorno.

Para ilustrarlo un poco mejor te pongo un ejemplo. Imagina que tu empresa no se ha sabido digitalizar y ves cómo las ventas caen en picado a lo largo de este tiempo de pandemia. En este caso te vuelvo a plantear las mismas dos opciones que tienes: ¿crees que todo esto es culpa de la pandemia y que te vas a la ruina porque es algo contra lo que no puedes luchar o te parece que es más lógico pensar que el problema real ha sido que no has sabido adaptarte al cambio?

Puede que me digas: “hombre, Maribel, pues un poco las dos cosas…”

A ver, piénsalo otra vez. Hace años que hablamos de digitalización, de lo importante que es tener presencia en el mundo online, del impacto que tiene la globalización del mercado. ¿De verdad crees que esto te ha pillado por sorpresa? Lo cierto es que la pandemia nos ha venido de golpe, eso es así, pero el efecto que ha tenido en el mercado ha sido que ha acelerado todo el proceso de digitalización. Así es como ha sido posible el aumento de las compras online, del teletrabajo y la implementación de herramientas que todavía no se usaban en entornos laborales, por ejemplo. Sí que es verdad que este virus nos ha pillado desprevenidos y es algo que no podrías haber evitado. De hecho, hay muchas cosas en esta vida sobre las que no puedes influir, pero siempre puedes decidir cuál va a ser tu actitud ante estas adversidades.

Una lección de aprendizaje

En este país no estamos acostumbrados a equivocarnos. Siempre buscamos el hacer las cosas bien a la primera, pero nadie nace enseñado y para aprender algo de verdad no basta con que te lo expliquen, sino que también tienes que vivir la experiencia y eso implica la posibilidad de errar. Pero el hecho de cometer errores no debería ser algo negativo, sino como una oportunidad de aprender cómo hacerlo mejor la próxima vez. Muchas de las frustraciones que sentimos son culturales, a causa de este rechazo que sentimos al creer que hemos fallado en algo o a alguien cuando en realidad tendría que ser una oportunidad de la cual aprender. Al final, y como te he dicho antes, tú eliges qué actitud quieres adoptar.

Siguiendo este hilo y retomando el tema de la responsabilidad, vamos a ver un ejemplo en un contexto laboral. Si tienes un conflicto entre trabajadores, puedes interceder intentando buscar una solución o dejar que se arreglen entre ellos. Es decir, buscar la manera de formar parte de la solución o no. Sin embargo, hagas lo que hagas, es muy probable que haya una consecuencia directa con su productividad.

“Entonces, ¿qué sentido tiene?”

Pues si no intervienes, muy probablemente adoptarás ese rol de víctima y pagarás tu frustración con ellos. Si, por el contrario, consideras oportuno tomar un rol activo en la situación, querrá decir que entiendes que lo que pasa en el entorno laboral también tiene que ver contigo y que es probable que puedas hacer algo que esté en tu mano para eliminar ese problema o, como mínimo, atenuarlo. Si aún así, las cosas continúan sin funcionar, tendrás la paz mental de saber que hiciste lo que pudiste y deberás tomar nota de dónde empezaron a fallar las cosas para evitar que la situación se repita en el futuro.

La posición más cómoda

Está claro que lo más fácil es tirar balones fuera, adoptar la posición de víctima y apuntar con el dedo a otras personas. ¿Qué baja la facturación? Es que los comerciales cobran demasiado y se están relajando.¿Que los clientes se quejan de que ha bajado la calidad del producto? Normal, los proveedores cada vez son más ratas. ¿Que los empleados no se implican con la empresa? Claro, porque sólo piensan en su bolsillo y cuando acaban se van y si te he visto ni me acuerdo.

Puede que sea la posición más cómoda, pero también es la que te da más problemas porque asumes un 0% de responsabilidad de lo que ocurre a tu alrededor. Pero, ¿realmente crees que no puedes interceder para mejorar todo eso? Y estos son solo algunos ejemplos, pero seguro que si te paras a pensar encuentras otros parecidos…

Una posición de poder

¿Que baja la facturación? Si depende de la gestión de los comerciales, tal vez, deberías reunirte con ellos y ver qué está pasando antes de prejuzgar su trabajo. El motivo por el que tenéis este problema puede tener varias causas, tales como que no usen técnicas de venta eficientes, que no se estén dirigiendo a las personas adecuadas, que no estén lo suficientemente motivados, que los medios con los que cuentan para realizar sus tareas no sean los adecuados… Y podría seguir, pero lo voy a dejar ahí. Cuando entiendas cuál es el problema, será mucho más fácil buscarle una solución. ¿Ves a lo que me refiero con la responsabilidad del empresario?

¿Que los clientes se quejan de que ha bajado la calidad del producto? Lo cierto es que muy probablemente hayas elegido tú mismo a los proveedores con los que trabajáis. O sea, que si no te convence el material con el que te sirven, siempre tienes la opción de buscar alternativas.

¿Que los empleados no se implican con la empresa? Al final, todos ellos están siguiendo a un líder. Si ese líder (tú) no te preocupas por ellos, es muy difícil que encuentres una actitud similar de vuelta. Ya sabes que el líder actual, el neolíder, tiene que ser el ejemplo que los demás sigan y no subirse al trono de hierro para mandar desde las alturas.

¿Te das cuenta de que en cada uno de los casos, cuando tomas responsabilidad sobre lo que ocurre a tu alrededor, también adoptas una posición de poder? Está en tu mano cambiar las cosas, simplemente tienes que decidir que quieres hacerlo y dejar de culpar a los demás.

Responsabilidad no es culpa

Cuando decides interceder implica que te haces responsable de la parte que te toca. Hasta dónde llegues, claro está. Lo que no es coherente pensar es que el ritmo de vacunación es lento porque algo no estás haciendo bien. Seamos coherentes, por favor. Desde luego, hay muchas cosas sobre las que no podemos influir, pero las que sí que están a nuestro alcance son las que tenemos que controlar y asegurarnos de que son como queremos que sean. Sobre todo en el mundo de la empresa.

Responsabilidad quiere decir que entiendes que puedes cambiar las cosas y que realizas acciones para hacerlo, si no te gustan. Culpa es que entiendes que las cosas no se han hecho bien pero no aprendes de ello. Como ves, no es lo mismo, porque desde el primer momento te he dicho que cada error tiene que ser una oportunidad para aprender y procurar que no se repita. Así que nada de flagelarse por el peso de la culpa porque nadie es perfecto, pero sí que como líderes debemos mantener esa actitud de crecimiento constante. Hacerte responsable te otorga poder porque sabes que aquello que no te guste, puedes llegar a cambiarlo.

“Mis empleados no dejan de decepcionarme”. La importancia del compromiso

“Mis empleados no dejan de decepcionarme”. La importancia del compromiso

Hablemos de compromiso… ¿Estás rodeado de personas que vienen hacen sus 8 horas y se van? ¿Te da la sensación de que cuando les pides algo fuera de lo común es como si les estuvieras pidiendo que te donasen un riñón? ¿No tienen reparos en pedirte un aumento de sueldo cuando ellos no hacen más que lo justo y necesario? Si esto es lo habitual en tu entorno de trabajo, te animo a que te quedes porque el contenido de hoy, sin duda, te va a interesar.

Hoy vamos a indagar en el motivo por el cual no conseguimos un mayor grado de compromiso por parte de nuestros empleados y colaboradores. Ya te aviso ahora que el contenido de hoy puede herir sensibilidades, pero si quieres mejorar las cosas en tu empresa, será preciso que hagas un ejercicio de humildad y, como mínimo, te quedes hasta el final para que puedas reflexionar sobre lo que hoy te voy a contar.

Es muy típico de nuestra cultura el echar balones fuera cuando algo no nos gusta. Y eso implica que no solemos asumir nuestra responsabilidad. Somos expertos en echar las culpas a nuestro entorno, a las personas que nos rodean, a la crisis, a la pandemia… Y no digo que todo ello no influya en tu situación, porque seguro que lo hace, pero hay algo que siempre podrás elegir y es la actitud que adoptas. 

Cuando un trabajador no hace bien su trabajo, lo más fácil es enfadarte, darle una reprimenda o incluso ridiculizarlo gritándole delante de los demás. Si eres un neolíder, por favor, no te escandalices porque mucho me temo que estas prácticas siguen activas y mucho más de lo que crees. Si aún no lo eres y no sabes qué es esto, no te preocupes porque estás en el buen camino para hacer ese cambio. Sigue en mi canal y poco a poco descubrirás que es ser un neolíder.

Volviendo al tema… Está claro que cuando llevas a cabo estas prácticas generas mal ambiente. Y no sólo eso, sino que además conllevan una serie de consecuencias que estoy segura que no te van a gustar: desmotivación, poco compromiso, caras largas, malas contestaciones, tensión, baja eficiencia, ausentismo… ¿Te suenan? Pues si es así, tal vez debas dar tú el primer paso para cambiar las cosas, ya que muy probablemente hayas sido precisamente tú el detonante de esta situación que no te gusta nada.

El problema de base sobre el compromiso

“¡Pero si yo he entrado a ver este vídeo porque estoy hasta el moño de algunos! ¡El problema son ellos, no yo!”

Entiendo que he empezado dándote un golpe bajo y espero que me disculpes por ello. Pero piénsalo bien. ¿Crees que si cambiaras la manera que tienes de tratarles notarías cambios también en ellos? ¡Pues claro que sí! Es más, ponte en su lugar e imagínate cómo sería aguantar a un jefe como tú y encima hacerle el papelón cada día durante toda la jornada. Según cómo te las gastes podría ser misión imposible, así que, ya te digo ahora que previsiblemente no lo llevarías demasiado bien.

A ver, te lo planteo desde otra perspectiva. Si el objetivo primordial de tu empresa es generar dinero y el resto va después, tenemos un problema de base. Está claro que tu empresa no es una ONG, sino que tienes que poder amasar cierta cantidad de dinero para pagar nóminas, gastos fijos, gastos variables, etc. Pero no olvides que el dinero no es lo más importante de tu empresa. Y no pongas esa cara, que es así. A ver… ¿no adivinas lo que debería estar en lo más alto de tu lista de prioridades, incluso por encima del dinero? Las personas.

No dudes nunca de que lo primero son siempre las personas; ya sean pertenecientes al ámbito interno de tu compañía o al externo. Tu empresa existe gracias a ellas; ya sea porque te compran o bien porque consiguen que la maquinaria funcione. Ellas son las piezas clave de todo. Sin las personas podrías tener la empresa que quisieras, pero no tendría ninguna razón de ser y sería totalmente estéril. O sea, que si no estás poniendo el foco en lo que realmente importa, es normal que las cosas no vayan como te gustaría.

“Sí, claro… ¡Vacaciones pagadas para todos! No te fastidia…”

No te rías, pero tampoco descartes la idea porque mala no es. Pero claro, para llegar a ese punto primero hay que alcanzar otros. Y te digo más, tener contentos a los empleados no siempre se consigue mediante un cheque bancario. Y para que vayas abriendo boca, te dejo aquí un artículo sobre el salario emocional que creo que te puede ser muy útil en este aspecto.

La gestión del tiempo

Sé que te pasas el día apagando fuegos y salvando vidas, que te pasas la jornada corriendo y que si es necesario hacer 16 horas las haces. Sé que te sacrificas por la causa y que sacrificas muchas cosas para que todo esto tire adelante, pero esto no puede ser sano y lo sabes. Y es normal, porque eres quien tiene un mayor compromiso para con tu empresa. Pero mucho me temo que llegará un momento en que tendrás que parar. Y entonces, ¿qué harás?

Las personas que trabajan junto a ti están ahí para ayudarte en tu gestión, para ejecutar tareas pero también para que, si se lo permites, les dejes ayudarte en lo que necesites. ¿Les has dado la oportunidad de hacerlo? ¿Cuántas reuniones de coordinación haces al mes? ¿Ellos saben cuáles son los objetivos a corto y medio plazo? O más importante, ¿los tienes claros tú? Bueno, puede que estos sí, pero ¿qué me dices de los objetivos a largo plazo; de la misión de la empresa? ¿Ya te la has planteado? ¿La has llegado a compartir con alguien? ¿Sí?

En cualquier caso, si no eres capaz de delegar, nunca tendrás tiempo, siempre estarás apagando fuegos y nunca serás capaz de atender a esas personas que ya hemos comentado que son las piezas fundamentales de todo el engranaje corporativo. Crea espacios de diálogo, escúchales, valora sus propuestas, infórmales de cómo están las cosas, de cuáles son los objetivos semanales, etc. Cuanto más sientan que cuentas con ellos, más fácil será que se sientan parte de la empresa y que crezca su compromiso y su sentido de pertenencia. Pero si no tienes tiempo para las personas que están junto a ti, ¿cómo vas a tener tiempo de pensar en objetivos a largo plazo? ¿No estás cansado de ir como pollo sin cabeza? Vamos, dale un par de vueltas…

El perfil del empleado

Lo cierto es que la mayoría de empresarios de pequeñas y medianas empresas contrata a personas ejecutoras, por lo que tienen muy en cuenta cuáles son sus habilidades técnicas. Sin embargo, y tal y como te cuento aquí, éste es un planteamiento erróneo. O, por lo menos, no es del todo válido para los tiempos que corren. Principalmente, tienes que considerar el tipo de persona que contratas. Ten en cuenta que vas a convivir con ella gran parte del día y, por lo tanto, es mejor que vayáis en línea. Por eso, te aconsejo que intentes conocerla en el proceso de selección y que identifiques si te encaja o no.

¿Que no tiene las habilidades técnicas necesarias? Pues tampoco es tan grave; ya las aprenderá en tu empresa, ¿no te parece? No contrates con la idea de que mañana empiece a ser productivo porque, por muchos años que lleve en el sector, no se adaptará a su nuevo puesto hasta pasado un tiempo. Así que puestos a invertir tiempo, mejor hacerlo con una persona que encaje con el resto del engranaje, ¿no te parece?

Al final, tienen que ser más que meros robots ejecutores. Porque si los tratas como si fuesen eso, que después no te extrañe que ellos se desconecten del todo cuando salgan y les dé lo mismo ocho que ochenta una vez acaben su jornada. Tanto das, tanto recibes, ¿no? Ya ves que es lo contrario a lo que buscas: compromiso.

El sentido de la responsabilidad

Quiero volver a hacer hincapié en el tema de la responsabilidad. Ya te he dicho antes que en este país tenemos por costumbre escurrir el bulto y echarle las culpas a cualquier otra cosa que no seamos nosotros mismos. Y lo hacemos desde pequeñitos: que si suspendo porque el profesor me tiene manía, que si los de mi clase me dan de lado porque son unos amargados, que si mi novia o novio me deja porque no tiene ni idea de lo que quiere, etc. Y vamos pasando los años de nuestra vida eludiendo la responsabilidad de lo que nos pasa.

No asumirla, se supone, que nos protege a nivel mental, pero también nos convierte en víctimas. Sí, en víctimas. Porque sufrimos los daños causados por las irresponsabilidades de otros y eso también nos priva de encontrar una solución. La víctima no puede hacer nada, por eso se la llama así. Pero que seas una víctima no es más que una elección y la puedes cambiar con tu actitud.

Es decir, si tomas el perfil responsable, si asumes que suspendes porque no clavas los codos como deberías, que tus compañeros te están dando de lado porque tienes muy mal genio y que tu novio o novia te dejó porque no le has tratado como deberías; entonces tu posición cambia. Ya no eres víctima, sino responsable y eso, a su vez, te da el poder de cambiar las cosas. ¿Que no te gustan? Pues piensa en cómo podrías cambiarlas. ¿Qué deberías hacer para tomar ese camino que crees que es el adecuado? ¿Qué te impide que lo hagas? Adelante, no tengas miedo. Hacerte responsable no te debilita, al contrario: te da el poder de decidir.

Sé que esto de hoy ha sido duro, que has venido buscando la fórmula mágica para encontrar el compromiso de tus empleados y colaboradores y te has encontrado con que todo empieza en ti. Sé que puede que incluso sientas rechazo a todo o casi todo lo que has oído aquí. Pero si has llegado hasta este punto quiero darte la enhorabuena. De verdad.

Tal vez todavía no seas un neolíder, pero está claro que quieres cambiar las cosas y eso es la base para serlo en el futuro. Tal vez todavía no seas el tipo de líder que quieres ser, pero está claro que has tomado una decisión. Relee atentamente cada uno de los puntos que hemos tratado hoy e intenta cambiar algunas cosas. No quieras hacerlo todo de golpe, pero ves haciendo pequeños cambios que estoy segura que poco a poco te darán frutos. ¿Quieres más compromiso por parte de tus empleados? Pues dales la oportunidad de implicarse.

Equipos de alto rendimiento: cómo formarlos

Equipos de alto rendimiento: cómo formarlos

¿Has oído hablar de los equipos de trabajo de alto rendimiento? ¿Tienes idea de lo que son? ¿Sabrías aplicar eso que sabes a tu empresa? Y lo más importante, ¿lo haces? Lo cierto es que no importa si esto es algo que ya forma parte de tu rutina empresarial o si no tienes ni idea de por dónde empezar.

No hace falta tener una carrera universitaria para entender que los equipos de alto rendimiento va a ser como la gallina de los huevos de oro para tu empresa, ¿verdad? A veces, tenemos la gran suerte de que estos equipos se forman solos, pero no suele ser lo habitual. O sea, que lo suyo sería saber cómo se componen y entender cómo funcionan para poderlos aplicar a tu propia realidad corporativa.

Composición de un equipo de alto rendimiento

En cualquier grupo de personas se establecen unos roles. Cuando es un grupo informal, los roles se aplican en función a la personalidad de cada uno. Pero nadie lo decide; simplemente surge. En el entorno empresarial muchos roles vienen impuestos por la jerarquía, pero caer en el error de que ésta tiene que ser siempre prioritaria nos pondrá muy complicada la tarea de crear este tipo de grupos de trabajo.

¿Pero qué roles tiene que haber en un equipo de alto rendimiento?

La verdad es que dependiendo de la tarea éstos variarán, pero sí que es interesante que al menos haya una persona que tenga rasgos creativos, otra que tenga dotes socio-comunicativas y otra que sea más de pasar a la acción. ¿Existe un rol más importante que otro? Definitivamente, no. Pero, déjame que te los explique un poco mejor para que puedas discriminar con más criterio si ya cuentas con personas así entre tus filas.

Los roles mentales

El primero de ellos, como te he adelantado, es el creativo. Es el que tiene mucha imaginación y no para de generar ideas. Puede que no sea demasiado práctico, pero su capacidad para pensar en alternativas puede activar alguna idea que a los demás ni se les haya pasado por la cabeza.

El segundo podríamos decir que es justamente lo contrario, ya que suele evaluar con cifras y ser bastante objetivo con los datos que maneja. Se le conoce como el analista y puede que una persona así no sea muy inspiradora, pero tampoco es cuestión de perder el norte.

El tercero es el especialista. En este caso, me refiero a la persona experta en la materia; el que sabe mejor sobre el tema a tratar. Sin embargo, la confianza que pueda tener en sus propios conocimientos y experiencia también le pueden limitar a la hora de explorar alternativas poco convencionales.

Los roles de acción

Tal vez el más fácilmente reconocible de los roles de acción sea el del impulsor porque se trata de la persona que toma la iniciativa, da ejemplo y además motiva al resto. Podría incluso transformarse en el líder del grupo por su manera de ser, pero no tiene por qué ser así. Además, el hecho de ser impulsivo puede implicar el llevar a cabo acciones no meditadas o consultadas con el resto.

En esta categoría también tenemos al implementador, que se parece mucho al impulsor pero con acciones más meditadas. La cual cosa también implica que éstas puedan tomar más tiempo.

Y finalmente, también encontramos el rol del finalizador que se preocupa por los detalles, de perfeccionar los procesos, de procurar que los acabados sean los mejores. Tal vez tenga un deje perfeccionista que incluso se pueda convertir en un cuello de botella, así que habrá que asegurarse de que este perfeccionismo se aplica en su justa medidad.

Los roles sociales

El coordinador puede ser también un buen líder, ya que se ocupa de organizar las tareas y de asignarlas en función a las cualidades de cada persona.

El cohesionador es clave cuando la comunicación falla o no es del todo efectiva. Suele ser quien tiende puentes para procurar que todas las partes se entiendan. Sin embargo, en momentos de tensión se puede sentir fácilmente superado por la situación.

Por otro lado, el buscador es aquel que cuenta con contactos dentro y fuera de la empresa y por ello no suele tener demasiados problemas para encontrar lo que busca. No obstante, es fácil que no le importen los detalles y que incluso acabe por perder el foco.

Otros aspectos a tener en cuenta

Como ya te he dicho antes, deberás contar con como mínimo un rol de cada categoría para asegurarte la cohesión de todos los ámbitos necesarios para que los equipos de trabajo sean de alto rendimiento. Pero los roles no son lo único que cuenta. Está claro que las personas son fundamentales, pero también tendrás que tener en consideración lo siguiente:

En primer lugar deberás asegurarte de dejar bien claros cuáles son los objetivos, cómo se miden y cómo evaluar su consecución.

También tendrás que definir muy bien cuáles serán las tareas y responsabilidades de cada integrante del equipo. De esta manera evitarás que uno pise las tareas del otro, que éstas se dupliquen e incluso que se generen conflictos entre ellos.

Una vez tengas definido todo esto, deberás asegurarte de que también entienden el proceso a seguir, aunque también es posible que este paso te lo tengas que saltar. Por supuesto, este punto dependerá del objetivo que persigas al crear este grupo.

Características de los equipos de alto rendimiento

Para que un grupo de personas trabaje a este nivel y además genere esa sinergia que siempre será superior a la suma del trabajo de todos, es necesario que el grupo cuente con las siguientes características.

En primer lugar, la comunicación tiene que ser muy fluida y efectiva. Eso implica que cuando alguien habla el resto escucha. Y escucha con todo lo que este verbo implica; con atención. Si esto es así, todas las tareas serán mucho más rápidas y ágiles y la toma de decisiones será mucho más acertada.

En segundo lugar, es necesario que en este grupo de personas impere la confianza y el respeto. Todas las ideas son igual de válidas. Todo el mundo merece ser escuchado y tenido en consideración. Todos son iguales. Y, por lo tanto, nadie se queda atrás. Si se respetan entre ellos, la confianza no tardará en llegar y unos tirarán de los otros, por lo que el grupo empezará a generar sinergias con más rapidez.

Finalmente, y al hilo de lo dicho hasta ahora, es muy importante que todos participen en el proceso de trabajo; que nadie se quede atrás. Esto intensificará el sentimiento de pertenencia y la identidad de grupo. Este rasgo de la identidad se fusiona con la propia personalidad y permite que este equipo de personas pase a ser algo más, por lo que incrementará la motivación y el compromiso de cada integrante.

No sé si alguna vez te habías parado a pensar en todo esto. Lo cierto es que las empresas que quieren prosperar buscan la creación de equipos de alto rendimiento, pero no saben muy bien por dónde empezar. Y te digo más. Los hay que creen que una vez creado un equipo de alto rendimiento ya ha terminado su trabajo, que se crea una vez y a partir de ahí se olvida. Nada más lejos de la realidad, porque este tipo de equipos no es lineal, sino que pasa por varias etapas. ¿Te gustaría que te las explicara?