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Piensa en GRANDE; Think BIG

Piensa en GRANDE; Think BIG

De verdad: Piensa en grande. No importa que seas el líder de una empresa que no tenga más de 20 trabajadores. Pero que seas una PYME no debería ser sinónimo de pensar en pequeño. De hecho, es importante pensar en grande para poder crecer. Por ello, es fundamental que tengas referentes de gran calibre como Google, Facebook, Amazon o cualquier otra gran empresa de tu sector. Porque si lo que hacen les funciona, ¿por qué no hacerlo tú?

Pero antes de empezar a pensar en grande (como debe ser), me gustaría hacerte un planteamiento. Piensa en cuál es la gran empresa que tienes como referente. Ahora piensa en tu empresa tal y cómo es hoy. ¿Se parecen en algo? No te preocupes. Es normal que en estos momentos haya una diferencia tremenda. Pero qué te parece si echamos la vista atrás y te pregunto: ¿crees que en el último año tu empresa ha cambiado en algo para parecerse a ese referente? ¿Y si miras tres años atrás? ¿Y cinco? 

No conozco tu caso en concreto, pero muy probablemente la cosa no haya cambiado mucho, y estoy segura de cuáles serán las excusas que te puedan venir a la cabeza: “no tengo tiempo de fijarme en esas cosas”, “tengo cosas más importantes que hacer”, “no tengo recursos para hacer lo que hace mi referente”, bla bla bla… Toda esa palabrería no son más que excusas y hoy quiero darte las herramientas básicas que necesitas para pasar de pensar en grande a empezar a tomar la acción necesaria para serlo.

Cuando pensamos en las grandes corporaciones como referentes nos pueden parecer hitos inalcanzables porque facturan millones, tienen sucursales por todo el mundo, son grandes franquicias o lo que se te pase por la cabeza. Pero hay algo que todas ellas tienen en común y que además comparten contigo: antes de ser lo que son, fueron una idea en la cabeza de alguien.

No olvides que todos los caminos se empiezan con el primer paso y por mucho que ahora veas un gran gigante, en su momento también fue un bebé. Elige la compañía que quieras. Del sector que más te interese. No importa. Todas empezaron de cero y fueron probando cosas, equivocándose, aprendiendo de sus errores y evolucionando.

El emprendedor

¿Sabes quién era Steve Jobs? Exacto, fue el fundador de Apple. Jobs revolucionó el mundo con su iPod, pero hasta llegar ahí pasaron muchas cosas. ¿Sabías que cuando empezó lo hizo en un garaje junto a un amigo y con un presupuesto ridículo? ¿Sabías que ni siquiera terminó sus estudios? Piénsalo bien: un joven que no tiene estudios ni dinero y que se mete en una inversión que no sabe dónde le va a llevar. Ahora lo vemos muy fácil porque sabemos el resultado, pero si tu hijo, tu primo o un amigo cercano te dijera que va a hacer esto, en algún punto de tu cabeza pensarías “está loco”.

Alguien me dijo una vez que los emprendedores tenemos que tener un punto de locura para atrevernos a hacer cosas que los demás no osan. Y no podría estar más de acuerdo, la verdad. Tenemos que arriesgar un poco porque si esperamos a que llegue el momento perfecto, nos pasaremos la vida esperando. ¿O es que no sabes que la perfección no existe? Pues, de igual modo, ese momento tampoco llegará. Siempre habrá algo que lo enturbie, que nos permita pensar en una opción para seguir esperando y así hasta que ya sea demasiado tarde. Entonces, nos arrepentiremos de no haber dado el paso. Pero las lamentaciones no nos ayudarán a avanzar.

Por ejemplo, ¿sabías que la idea de red social que más tarde se transformó en Facebook no salió de la cabeza de Mark Zuckerberg? Pues no, la idea no fue suya, pero a diferencia de la persona que la tuvo, él decidió arriesgar, tomar acción y le salió bien. Ahora es uno de los hombres más ricos del planeta y es mundialmente conocido por Facebook porque aunque no fue su idea sí fue su obra.

Cuando pases del plano mental al plano físico habrás dado el paso más importante: el primero.

El empresario

Cuando emprendes, como bien sabes, existen mil y una cosas para las que nadie te prepara: impuestos, facturación, venta, marketing, gestión de redes, contratación, colaboraciones, negociaciones, agenda, planificación, objetivos y mucho más. Esto de trabajar para ti es mucho más que saber un oficio y empezar a ejercerlo libremente. Lo cierto es que detrás de esa fachada que todos podemos ver hay un montón de cosas más que nos atan al trabajo a un nivel que, tal vez, no hayamos llegado a entender antes de empezar a andar por este camino.

No te asustes. Si eres autónomo eres tu propio jefe y deberías tener potestad para decidir hasta dónde quieres llegar. El problema es que muchos se convierten en esclavos de sí mismos y crean empresas que no funcionan si ellos no están ahí. Mantén el foco. Recuerda que ya no eres un trabajador raso, eres el que toma las decisiones en tu empresa. Y tendrías que destinar tu energía a gestionar esa máquina corporativa que has creado y, sobre todo, a hacerla evolucionar y crecer.

“Si no atiendo a mis clientes, ¿cómo quieres que facture?”

Está claro que sin ventas no vas a recibir el dinero que necesitas para mantener a flote tu empresa. Pero si te centras exclusivamente en hacer la parte ejecutora, entrarás en un bucle del que te costará mucho salir. Tu vida se reducirá a tu trabajo y el resto de los factores pasará a un segundo e incluso tercer plano. Así que la solución está en delegar.

Delegar

Todas aquellas tareas que pueda hacer otra persona por ti, ves delegándolas. De hecho, si realmente piensas en grande, deberías considerar delegarlas todas y disfrutar más de tu tiempo. Eso sería la leche, ¿no crees?

No, en serio. Retoma el tema de tu referente corporativo. ¿Cómo te imaginas que vive su director general o su fundador? Ahora piensa en cómo vives tú – siempre en relación a la empresa, eh. – Pues si ese es tu referente y tu situación actual no se le parece, deberías pensar en qué debes hacer para empezar a cambiarla. Porque, en definitiva, lo que tú quieres es encontrarte en una situación como la de esa persona, ¿no? Pues algo falla.

No quieras hacerlo todo hoy. No quieras empezar mañana con un plan de rutinas totalmente nuevo. Eso sería un error. Ves implementando pequeños cambios y comprobando que realmente son adecuados para el punto en el que te encuentras. De esta manera, poco a poco, harás cambios que irán transformando tu empresa en esa que quieres que sea en el futuro.

Pero no todo son malas noticias. De hecho, estoy convencida de que hay tareas que ya has empezado a delegar. O bien porque no tienes tiempo para hacerlas, o bien porque directamente no sabes hacerlas. Podríamos referirnos al tema contable, al tema de administración web, diseño gráfico, gestión de redes sociales, imagen de marca… “Sí, pero eso son cosas puntuales, no del día a día”. Cierto, pero delegarlas te ha permitido despreocuparte y centrarte más en aquello que te interesaba, ¿o no? Pues, volviendo al tema de mantener a flote la empresa, tal vez deberías pensar en qué puedes ir delegando y probar a ver qué pasa. Y recuerda: si esperas al momento perfecto, te pasarás la vida esperando.

Pensar a largo plazo

Si todavía estás en una etapa ejecutora, en la que tú lo haces prácticamente todo, te habrás dado cuenta de que las 24 horas del día no son suficientes. Y es que la dirección de una empresa puede llegar a ser algo muy complejo. Cuando tienes trabajo y no tienes a nadie que te ayude a hacerlo, es muy fácil pensar a corto plazo. ¿Qué digo a corto plazo? A plazo inmediato. De ahora para ya. Te pasas el día apagando fuegos, salvando vidas. Y al día siguiente más de lo mismo. ¿Te suena?

Esta es la consecuencia más habitual de los empresarios que no tienen en cuenta una planificación a medio o largo plazo. ¿Quieres tener una empresa tan rentable como la de Jeff Bezos? Pues deja de hacer cosas que no te acercan a ese objetivo y centra tu energía en planificar cambios y acciones que te permitan avanzar. Aunque sea despacito, pero sin dejar de hacerlo.

Recuerda: piensa en grande. Si sabes dónde quieres llegar, es cuestión de que determines qué hitos debes alcanzar para llegar allí. Qué debes hacer. Cómo. Qué cambios deberías implementar. Y con toda esta lista de tareas, pasar a la acción. Es más, de manera periódica, deberías revisar que sigues avanzando. Que no estás estancado. Que no has vuelto a tu rutina anterior. Tener el foco puesto en un objetivo que no sea de ejecución inmediata, te ayudará a dejar de apagar fuegos que no te llevan a ninguna parte (aparte de lo que ya conoces) y que poco a poco te acercarán a la empresa que quieres y que todavía no tienes.

Piensa en grande y vive a cuerpo de rey

Piensa en grande te podrás permitir salir del bucle que te esclaviza. Te permitirá facturar más, tener más tiempo y, en definitiva, disfrutar más de aquello que tú prefieras. ¿Un sueño hecho realidad? Tal vez… Depende de lo que sueñes. Pero una cosa quiero decirte, y es que el hecho de que delegues (incluso aunque lo delegues todo), no implica que no hagas nada. Antes de llegar a ese punto, te va a tocar trabajar mucho, poner a funcionar esa materia gris que tienes en el coco, equivocarte muchas veces y sobreponerte a cada una de ellas para probar una cosa distinta. Pensar en grande es maravilloso. Puedes conseguir lo que te propongas. De verdad. Pero tienes que estar dispuesto a recorrer el camino. Así que dime: ¿lo estás?

Beneficios del endomarketing y cómo aplicarlo en tu empresa

Beneficios del endomarketing y cómo aplicarlo en tu empresa

El endomarketing es una forma de hacer marketing que realmente no supone un desembolso muy importante. Si esto te llama la atención, en este vídeo de aquí te lo explico más a fondo. Porque… me imagino que cuando oyes la palabra marketing se te activa la antena y te pones más receptivo, ¿verdad?

A ver, no me voy a andar con rodeos ni misterios. ¿Cuáles son los beneficios de una campaña de marketing al uso? Pues que consigues más visibilidad, más posicionamiento, que incentivas el contacto con el cliente potencial. ¿Sigo? Pues cuando hablamos de endomarketing consigues los mismos beneficios, pero sin gastarte un pastizal.

El endomarketing se trabaja a nivel interno. No se trata de publicar anuncios en redes sociales, en medios de comunicación ni de hacer buzoneo. Se trata de promover el buen nombre de la empresa entre las personas que la componen. Y que sean ellas quienes hagan la publicidad por ti.

Dime, cuando ves una película o serie que te gusta mucho ¿no la recomiendas? Y ¿por qué lo haces? ¿Acaso te llevas una comisión por cada persona que la mira recomendada por ti? Pues no estaría mal, pero no es así. Es algo que hacemos altruistamente. Nace de nosotros. Y lo hacemos porque hemos disfrutado consumiendo ese producto y nos gustaría que las personas a las que apreciamos pasen por una experiencia tan buena como la nuestra. ¿Te suena la situación? Pues gracias a esas recomendaciones existen empresas que ganan dinero. Así que ¿por qué no podría ser la tuya una de ellas?

Crear embajadores

Un embajador es una persona que representa a una entidad, ¿no? Pues uno de tus objetivos debería ser crear embajadores de tu empresa. Y, sin lugar a dudas, los mejores, los más creíbles y los más efectivos son los que están en contacto directo con ella, ya sea porque trabajan en ella o porque colaboran con ella.

Cuando buscas la recomendación de un cliente, ¿qué haces? Pues básicamente buscas que éste viva la mejor experiencia de consumo que le puedas proporcionar, ¿no? Pues cuando quieras crear embajadores también debes buscar la mejor experiencia de trabajo que puedas proporcionar.

No te creas que es algo realmente complicado, pero sí que debes hacer un pequeño esfuerzo al que seguro que no estás habituado: tienes que valorar al empleado o colaborador como si fuese un cliente más. Eso implica que tienes que hacer todo lo esté en tu mano para que su estancia en la empresa sea lo más agradable posible, conseguir que venga contento al su puesto de trabajo, saber cuáles son sus aspiraciones y mirar de darle soluciones para motivarle, darle opciones de crecimiento dentro de la propia empresa, que se sienta valorado y que no se canse de dar lo mejor de sí. Así, en frío, parece un poco utópico, lo sé, pero te aseguro que es cuestión de ponerse a ello.

Poner el endomarketing en marcha

Si consigues generar ese efecto en uno de ellos, verás cuáles son las consecuencias de contar con un embajador interno. Serás testigo en primera persona del poder de atracción que tiene el endomarketing. Porque verás cómo esa persona que va en sintonía con todo lo que representa tu compañía hablará de lo a gusto que trabaja, de lo bien tratada que se siente, de lo motivada que va su puesto cada día… Al igual que cuando ves una peli que te ha encantado, esta persona no podrá reprimir sus ganas de hablar bien del lugar en el que trabaja.

Entonces, la idea es conseguir que el máximo de personas entren en sintonía con la empresa para que empiecen a recomendarla proactivamente. Sin que tú tengas que pedírselo.

Los beneficios del endomarketing

Lo más mágico del endomarketing es que su efecto no se desvanece cuando acaba la campaña de marketing, sino que perdura en el tiempo. Porque, si lo haces bien, el endomarketing acabará formando parte de tu cultura de empresa y será perpetuo. Será parte de tu marca corporativa y siempre seguirá sumando e incluso multiplicando sus resultados.

Esta imagen de marca que se creará será muy atractiva para las personas que todavía no forman parte de tu empresa y, por lo tanto, atraerás el talento sin tener que ir a buscarlo. Sabes lo complicado que es reclutar personas válidas. Imagínate tener una base de datos de personas totalmente cualificadas y con ganas reales de formar parte de tu proyecto corporativo. Es que no tendrás ni la necesidad de hacer público un proceso de selección para cubrir una vacante. ¿Te lo imaginas?

Y por último, creo que no es necesario, pero lo voy a decir igualmente: contarás con personas en tu equipo contentas y motivadas. ¿Sabes lo que eso significa? Pues básicamente que producirán mucho más que las que no lo están. Una vez implementes el endomarketing será cuestión de mantenerlo aunque no es algo estático, por lo que deberás estar atento a los cambios que éste requiera. Pero como eres un neolíder totalmente válido, estoy segura de que esto no es un problema para ti.

Las 5 características del buen líder

Las 5 características del buen líder

Las dotes del buen líder están compuestas por ciertas habilidades que muchas personas tienen dentro de sí de forma innata. Sin embargo, existe la posibilidad de aprenderlas, si no cuentas con ellas. Así que, dicho esto, podríamos afirmar que si no eres un buen líder es simplemente porque no quieres.

Hoy vamos a hablar de esas 5 características que debe tener un buen líder y estoy segura de que te vas a quedar hasta el final porque éste es un tema que te interesa y que te toca la fibra sensible. Así que, dime, ¿estás listo para el contenido de hoy? ¡Pues empecemos!

1. Tu coeficiente

Es necesario que desarrolles constantemente tanto tu inteligencia como tus dotes personales. Me refiero tanto a tu coeficiente intelectual como al emocional. No dejes nunca de formarte, de mantener una mente abierta y de entender que no lo sabes todo. Al mismo tiempo debes ser capaz de desarrollar tu inteligencia emocional y a través de ella reforzar los lazos que te unen a las personas de tu entorno. Ya sea en el ámbito laboral o extralaboral. Si quieres un poco más de información sobre este tema, te recomiendo que le eches un vistazo a este artículo.

2. Comunicación

Recuerda que la comunicación, para que sea fructífera debe ser bidireccional. ¿Y eso qué implica? Pues que cuando seas tú quién comunique deberás utilizar la asertividad y cuando te toque escuchar que lo hagas activamente. De esta manera, por un lado, fomentarás el respeto como base de las conversaciones y, por el otro, obtendrás toda la información que necesites para valorar la situación sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Es decir, serás más objetivo y te dará un poder de decisión menos influenciado por un calentón, por ejemplo.

3. Estrategia

No olvides que estamos hablando de un liderazgo corporativo y por lo tanto, cuando llevas a cabo una acción no debe de ser al uso, sino que debe seguir una estrategia concreta. Todo ello para alcanzar una meta u objetivo en particular. Puede ser cualquiera: mejorar el ambiente de trabajo, potenciar la motivación, depurar malos hábitos, gestionar un cambio o simplemente aumentar la facturación mensual. El objetivo es indiferente, porque lo realmente importante es que tú como buen líder no olvides que debes seguir una estrategia para alcanzarlo y teniéndola en mente actuar en consecuencia. 

4. Confianza

Como te he dicho en varias ocasiones, lo ideal es que tú seas el ejemplo que los demás sigan. Si siempre tomas la iniciativa, si no te da miedo mancharte las manos y meterlas en harina, el resto no dudará en hacer lo mismo. Así también te ganas su confianza y, lo más importante: su respeto. Por supuesto, también debes seguir una coherencia entre lo que dices y lo que haces porque de lo contrario crearías desconfianza y obtendrías el efecto contrario. Si realmente crees en lo que haces, no hará falta que pienses en ello porque te saldrá sólo. El problema aflorará cuando realmente lleves a cabo tareas en las cuales no crees porque, tarde o temprano, enviarás mensajes de manera inconsciente que confundirán a la gente que te tiene de referente.

5. Compromiso

De nuevo, si quieres a gente comprometida a tu alrededor, debes ser el primero en mostrar ese compromiso. Piensa que a través de esta pasión estarás inspirando y motivando a tus seguidores y eso es algo que no puedes forzar, porque sino no estaríamos hablando de un buen líder, sino de un simple jefe. A través de tu compromiso serás capaz de entusiasmar al resto para aportar lo mejor de sí mismos al proyecto empresarial. ¿No te lo crees? Pues te reto a que lo pongas en práctica y me cuentes.

¿El líder nace o se hace?

Está claro que hay personas que ya nacen con alguna o todas estas características y simplemente las usan sin entender el poder que pueden ejercer sobre el resto de personas. Las hay que las tienen y además las usan. Y, por último, están las personas que no las tienen. Pero eso no implica que no las puedan aprender. Si estás dentro de este último colectivo, te aseguro que puedes aprenderlas siempre que éste sea tu deseo. Pero vas a tener que dedicarle tiempo, esfuerzo y mucha paciencia. Parece que te lo estoy pintando muy mal, pero el que algo quiere algo le cuesta y yo no estoy aquí para regalarte los oídos sino para decirte las cosas como son.

Si no sabes muy bien cuál es la diferencia entre un líder o un jefe o si dudas de cuál es tu situación actual, te recomiendo que le eches un vistazo a este artículo. En él te propongo hacer un test. ¿Te atreves a ser sincero y afrontar el resultado que te depare el test? Estoy deseando leerte tus comentarios.

Usar la inteligencia emocional en tu empresa

Usar la inteligencia emocional en tu empresa

Si tu empresa ha sobrevivido a esta época de incertidumbre y cambios, estoy segura de que uno de los puntos que más has trabajado en este último año ha sido el trato con las personas. Vaya, que has dado valor a lo realmente importante y que has trabajado puntos como la empatía, el intentar adaptarte para que todo siga funcionando y mucho más. Pues, te sorprenda o no, esto es parte de la inteligencia emocional y si te suena algo de lo que te he dicho, ya habrás podido comprobar el poder que puede imbuir en tu entorno.

Como ya te comenté en este artículo, lo más importante de tu empresa no es el dinero que amasas, sino las personas que la conforman. Porque sin ellas, no podrías hacer lo que haces o, por lo menos, no al mismo nivel que lo estás haciendo ahora. Por lo tanto, es fundamental que como líder sepas manejar a tu equipo para sacarle el máximo partido. Para ello, vas a necesitar dominar el arte de la inteligencia emocional. Y no te estoy pidiendo que te leas una serie de libros o que hagas un curso. Aunque no estaría mal, la verdad. Sino que te sugiero que tengas en cuenta estos factores.

Factores de la inteligencia emocional

En primer lugar, me gustaría hablar del autoconocimiento. Para poder estar al frente de un equipo de personas y saber cómo potenciar sus habilidades, es necesario que primero te conozcas tú. Reconocer las propias debilidades para trabajar sobre ellas o identificar tus fortalezas para potenciarlas es el primer paso. A partir de aquí te será mucho más fácil hacerlo en los demás y definir el rol que cada uno de ellos deberá llevar a cabo dentro de la estructura del equipo.

En este sentido, la motivación también es muy importante. Primero encontrar la propia y después saber trasladar esa pasión a los demás para que tengas un equipo al 1000%. Pasión, desafío, superación, retos, satisfacción por el trabajo bien hecho. Estos conceptos deben resonar en ti y en tu equipo para encontrar esas sinergias que realmente dan impulso al conjunto.

Por supuesto, no nos podemos olvidar de la empatía. Y, tal vez, esta habilidad sea la más conocida en el campo de la inteligencia emocional. ¿No te parece? Bueno, como ya sabrás, me refiero a la habilidad de ponerse en los zapatos de los demás. De hacer el esfuerzo por entender completamente lo que te están explicando. Incluso de sentir lo que esa persona está sintiendo. Poniéndote en su lugar entenderás mucho mejor por qué se comporta como lo hace o por qué toma las decisiones que toma. A través de la comprensión y de la empatía es mucho más fácil mediar entre personas y conseguir una mayor cohesión del equipo.

Y por último, pero no menos importante, están las habilidades sociales. En este punto no hay mucho secreto, que digamos. Se trata de tener dotes de comunicación, saber escuchar, ser asertivo cuando se habla, tener capacidad de negociación, contar con una mente abierta, respetar a todo el mundo y un larguísimo etcétera. Cuantas más habilidades sociales tengas, menos te costará conectar con la gente.

Lo cierto es que varios estudios aseguran que las personas que dominan la inteligencia emocional tienen muchas más probabilidades de lograr el éxito en aquello que se propongan. Y me refiero tanto a la parte personal como a la profesional. Al final, y por mucho que lo queramos separar, estamos hablando siempre de lo mismo: del contacto y la relación entre personas. Y, si te paras a pensar en ello, pasamos casi el mismo tiempo en el trabajo que fuera de él. Claro, eso sin contar las horas que estamos durmiendo…

¿Qué quiero decir? Pues que la única diferencia es que, si eres trabajador, no puedes elegir a las personas que trabajan contigo. Pero si eres el líder, sí. Tienes que buscar esa sintonía en las personas que conforman tu equipo y una vez la hayas encontrado, cuando tengas que mantenerla, será el momento de aplicar todo lo que sepas sobre inteligencia emocional

Por qué aplicarla en la empresa

Pues, como ya te he comentado, dentro de la empresa pasas mil horas y además te toca convivir con otras personas. Y no me digas que no, porque aunque ahora estés solo, seguro que tienes que lidiar con proveedores, colaboradores, clientes. Por lo tanto, todo esto que te estoy contando hoy te puede ser tremendamente útil. Piensa que, sin importar cuál sea tu situación actual, vas a tener que hacer frente a muchas adversidades como la gestión del cambio, la frustración, la queja, el miedo, la culpa, las rencillas personales, etc. Dominar las bases de la inteligencia emocional va a ser ese plus que te va a permitir salir airoso de realidades que, tal vez, ahora te sobrepasen.

Fíjate que algunos estudiosos en el tema aseguran que en un tiempo el coeficiente emocional será incluso más importante que el intelectual porque éste nos permite determinar cómo reaccionaremos ante situaciones adversas. El coeficiente emocional nos permite valorar si una persona del equipo podría ser un buen líder y, por lo tanto, nos da pistas de a quién delegar en caso de que así quisiéramos proceder. Al final, lo que buscamos son personas que busquen soluciones y no más problemas. Así que ¿por qué no tener en cuenta esta capacidad cuando contratamos a alguien nuevo?

Delegar tu liderazgo

Puede que ahora mismo ni te plantees faltar un sólo día a la semana a tu puesto de trabajo. Pero tienes que ser sincero contigo mismo y admitir que si quieres tener más tiempo libre, debes delegar alguna o todas tus tareas. Dentro de ese rango tú eliges. Cuanto más delegues, más tiempo tendrás para hacer otras cosas.

Si no confías en tu equipo, mal lo llevas. Porque no serás nunca un empresario, sino un autoempleado. Estarás dentro del estereotipo del autónomo esclavo de su trabajo. Así que sí; delegar debería que estar entre tus planes de futuro. Y para ello, contar con una inteligencia emocional sólida te permitirá elegir mejor quién será un digno sucesor para según qué tareas. De hecho, a través de la inteligencia emocional podrás detectar las fortalezas y debilidades de cada una de las personas integrantes de tu equipo y así poder determinar en qué rol desempeñarían una mejor labor. ¿Te ves capaz de asignar estos roles? No dudes en contármelo en la caja de comentarios. Me gustaría mucho saber cuál es tu opinión al respecto (guiño).

El feedback

Hasta ahora te he explicado cuál es tu papel en todo esto y todo lo que puedes dar a través de la inteligencia emocional. Y lo cierto es que podría explicarte mucho más, aunque no es plan porque sino esto se alargaría demasiado. Pero otro punto realmente importante es lo que recibes cuando pones en práctica lo dicho hasta ahora. Poco a poco verás cambios a tu alrededor. Te darás cuenta, por ejemplo, de que acudirán a ti en busca de consejo o ayuda con más frecuencia, de que serán capaces de ser menos dependientes cuando les asignes una tarea, de la sinergia que se crea entre las personas que trabajan en la misma dirección y que se sienten motivadas. Éstos y otros cambios no serán más que factores que sumen e incluso que multipliquen los resultados que ahora tienes. No me digas que no es, como mínimo, interesante.

Además, en base a la inteligencia emocional, tú tendrás las herramientas necesarias para motivarles más efectivamente, para persuadirles a alcanzar ciertas metas y, sobre todo, para entenderles y proporcionarles aquello que necesiten cuando las cosas no vayan tan bien como nos gustaría. Cuando las cosas funcionan, no hay discusión. Pero un buen líder es aquel que se mantiene ahí incluso cuando las cosas se tuercen. ¿Estás preparado para tratar con personas?

La responsabilidad del empresario

La responsabilidad del empresario

Cuando pasa algo a tu alrededor que no te gusta, tienes 2 opciones: o te pones en plan víctima, a la defensiva y diciendo algo así como “no puedo hacer nada y mira que mal estoy”, o decides aceptar tu parte de responsabilidad y actuar en consecuencia. ¿Eso qué implica? Esto quiere decir que entiendes que no eres inocuo y que tus acciones tienen una repercusión en tus resultados y también en los elementos que conforman tu entorno.

Para ilustrarlo un poco mejor te pongo un ejemplo. Imagina que tu empresa no se ha sabido digitalizar y ves cómo las ventas caen en picado a lo largo de este tiempo de pandemia. En este caso te vuelvo a plantear las mismas dos opciones que tienes: ¿crees que todo esto es culpa de la pandemia y que te vas a la ruina porque es algo contra lo que no puedes luchar o te parece que es más lógico pensar que el problema real ha sido que no has sabido adaptarte al cambio?

Puede que me digas: “hombre, Maribel, pues un poco las dos cosas…”

A ver, piénsalo otra vez. Hace años que hablamos de digitalización, de lo importante que es tener presencia en el mundo online, del impacto que tiene la globalización del mercado. ¿De verdad crees que esto te ha pillado por sorpresa? Lo cierto es que la pandemia nos ha venido de golpe, eso es así, pero el efecto que ha tenido en el mercado ha sido que ha acelerado todo el proceso de digitalización. Así es como ha sido posible el aumento de las compras online, del teletrabajo y la implementación de herramientas que todavía no se usaban en entornos laborales, por ejemplo. Sí que es verdad que este virus nos ha pillado desprevenidos y es algo que no podrías haber evitado. De hecho, hay muchas cosas en esta vida sobre las que no puedes influir, pero siempre puedes decidir cuál va a ser tu actitud ante estas adversidades.

Una lección de aprendizaje

En este país no estamos acostumbrados a equivocarnos. Siempre buscamos el hacer las cosas bien a la primera, pero nadie nace enseñado y para aprender algo de verdad no basta con que te lo expliquen, sino que también tienes que vivir la experiencia y eso implica la posibilidad de errar. Pero el hecho de cometer errores no debería ser algo negativo, sino como una oportunidad de aprender cómo hacerlo mejor la próxima vez. Muchas de las frustraciones que sentimos son culturales, a causa de este rechazo que sentimos al creer que hemos fallado en algo o a alguien cuando en realidad tendría que ser una oportunidad de la cual aprender. Al final, y como te he dicho antes, tú eliges qué actitud quieres adoptar.

Siguiendo este hilo y retomando el tema de la responsabilidad, vamos a ver un ejemplo en un contexto laboral. Si tienes un conflicto entre trabajadores, puedes interceder intentando buscar una solución o dejar que se arreglen entre ellos. Es decir, buscar la manera de formar parte de la solución o no. Sin embargo, hagas lo que hagas, es muy probable que haya una consecuencia directa con su productividad.

“Entonces, ¿qué sentido tiene?”

Pues si no intervienes, muy probablemente adoptarás ese rol de víctima y pagarás tu frustración con ellos. Si, por el contrario, consideras oportuno tomar un rol activo en la situación, querrá decir que entiendes que lo que pasa en el entorno laboral también tiene que ver contigo y que es probable que puedas hacer algo que esté en tu mano para eliminar ese problema o, como mínimo, atenuarlo. Si aún así, las cosas continúan sin funcionar, tendrás la paz mental de saber que hiciste lo que pudiste y deberás tomar nota de dónde empezaron a fallar las cosas para evitar que la situación se repita en el futuro.

La posición más cómoda

Está claro que lo más fácil es tirar balones fuera, adoptar la posición de víctima y apuntar con el dedo a otras personas. ¿Qué baja la facturación? Es que los comerciales cobran demasiado y se están relajando.¿Que los clientes se quejan de que ha bajado la calidad del producto? Normal, los proveedores cada vez son más ratas. ¿Que los empleados no se implican con la empresa? Claro, porque sólo piensan en su bolsillo y cuando acaban se van y si te he visto ni me acuerdo.

Puede que sea la posición más cómoda, pero también es la que te da más problemas porque asumes un 0% de responsabilidad de lo que ocurre a tu alrededor. Pero, ¿realmente crees que no puedes interceder para mejorar todo eso? Y estos son solo algunos ejemplos, pero seguro que si te paras a pensar encuentras otros parecidos…

Una posición de poder

¿Que baja la facturación? Si depende de la gestión de los comerciales, tal vez, deberías reunirte con ellos y ver qué está pasando antes de prejuzgar su trabajo. El motivo por el que tenéis este problema puede tener varias causas, tales como que no usen técnicas de venta eficientes, que no se estén dirigiendo a las personas adecuadas, que no estén lo suficientemente motivados, que los medios con los que cuentan para realizar sus tareas no sean los adecuados… Y podría seguir, pero lo voy a dejar ahí. Cuando entiendas cuál es el problema, será mucho más fácil buscarle una solución. ¿Ves a lo que me refiero con la responsabilidad del empresario?

¿Que los clientes se quejan de que ha bajado la calidad del producto? Lo cierto es que muy probablemente hayas elegido tú mismo a los proveedores con los que trabajáis. O sea, que si no te convence el material con el que te sirven, siempre tienes la opción de buscar alternativas.

¿Que los empleados no se implican con la empresa? Al final, todos ellos están siguiendo a un líder. Si ese líder (tú) no te preocupas por ellos, es muy difícil que encuentres una actitud similar de vuelta. Ya sabes que el líder actual, el neolíder, tiene que ser el ejemplo que los demás sigan y no subirse al trono de hierro para mandar desde las alturas.

¿Te das cuenta de que en cada uno de los casos, cuando tomas responsabilidad sobre lo que ocurre a tu alrededor, también adoptas una posición de poder? Está en tu mano cambiar las cosas, simplemente tienes que decidir que quieres hacerlo y dejar de culpar a los demás.

Responsabilidad no es culpa

Cuando decides interceder implica que te haces responsable de la parte que te toca. Hasta dónde llegues, claro está. Lo que no es coherente pensar es que el ritmo de vacunación es lento porque algo no estás haciendo bien. Seamos coherentes, por favor. Desde luego, hay muchas cosas sobre las que no podemos influir, pero las que sí que están a nuestro alcance son las que tenemos que controlar y asegurarnos de que son como queremos que sean. Sobre todo en el mundo de la empresa.

Responsabilidad quiere decir que entiendes que puedes cambiar las cosas y que realizas acciones para hacerlo, si no te gustan. Culpa es que entiendes que las cosas no se han hecho bien pero no aprendes de ello. Como ves, no es lo mismo, porque desde el primer momento te he dicho que cada error tiene que ser una oportunidad para aprender y procurar que no se repita. Así que nada de flagelarse por el peso de la culpa porque nadie es perfecto, pero sí que como líderes debemos mantener esa actitud de crecimiento constante. Hacerte responsable te otorga poder porque sabes que aquello que no te guste, puedes llegar a cambiarlo.

La escucha activa en la empresa

La escucha activa en la empresa

La escucha, sea activa o no, es parte del proceso de comunicación y cabe destacar que los seres humanos somos comunicadores natos. Porque comunicamos constantemente, incluso cuando no abrimos la boca. Con la mirada, con el tono, con los silencios, con la distancia física que interponemos con las personas de nuestro alrededor, con la ropa que elegimos… Se trata de un montón de información que nuestro cerebro capta y procesa sin que nosotros seamos conscientes de ello. Pero, sin duda, forma parte de nuestra comunicación y dice mucho de nosotros.

Como podrás imaginar, la escucha activa se trata del ejercicio de escuchar atentamente. Pero podríamos decir que va un poco más allá porque no se trata sólo de poner la oreja y ya está sino también de procesar la información que nos están transmitiendo. Y además, de hacerlo de forma consciente. Pero vamos por pasos porque para conseguirlo debemos tener en cuenta varios factores.

Factores a tener en cuenta

En primer lugar, debes tener en cuenta que lo que es la palabra en sí, ya sea oral o escrita, representa tan sólo un 7% del total del mensaje. Como ya te he adelantado antes, existen muchos más factores que enriquecen el mensaje y lo completan. Por lo que podríamos decir que nos pasamos la vida estudiando lengua y después somos capaces de comunicarnos incluso cuando no la conocemos. ¿Por qué? Porque en realidad, y como ves, la lengua por sí misma no tiene tanta importancia en el proceso comunicativo como creemos.

También tenemos que tener en cuenta nuestro tiempo libre mental. Y es curioso este concepto porque tenemos la sensación de ir siempre a tope. Pero lo cierto es que nuestro cerebro tiene la capacidad de procesar hasta 600 palabras por minuto, mientras que nosotros sólo podemos producir hasta 150. Esto quiere decir, que se crea un vacío de 450 palabras que el cerebro no procesa aunque puede.

¿Estás seguro de que no las procesa? Pues sí que lo hace y es que cuando hablamos con otra persona escuchamos lo que nos dice, claro, pero también pensamos y juzgamos la pinta que lleva hoy, en si le huele el aliento, en si nos falta por comprar algo para la cena, en si hoy teníamos que ir a buscar a los niños o, peor aún, pensamos en la respuesta que le vamos a dar incluso antes de que acabe explicarnos lo que sea. ¿Cómo vamos a saber qué le tenemos que responder si todavía no nos lo ha dicho todo? Pero lo hacemos porque, aunque nuestro cerebro tenga ese tiempo libre mental, no es capaz de dejarlo vacío y lo emplea en otras cosas. Cuando seas consciente de ello, podrás redirigir tus pensamientos en escuchar activamente y sin interrumpir ni prejuzgar lo que tu interlocutor te esté diciendo.

Siguiendo en esta línea, si eres multitarea estarás en una situación parecida a la anterior. Si tienes una capacidad de atención del 100% cuando haces algo, cuando tengas que dividirla en varias tareas, tendrás que dividir también ese porcentaje. ¿Eso qué implica? Que no estarás poniendo todos los sentidos en una tarea en concreto. Como podrás imaginar, eso es contrario a la escucha activa y, por lo tanto, es un problema.

Y por último, para mejorar la escucha activa es necesario usarla. Cuanto más la uses, más fácil te será implementarla en tu cotidianidad. Es como un ejercicio físico, que cuando no lo has hecho nunca, cuesta mucho, pero a medida que lo repites cada vez es más fácil.

Los efectos de la escucha activa

Lo cierto es que poner en práctica esta habilidad te permitirá mejorar la comunicación en general. Si ésta fluye, te será mucho más fácil encontrar los puntos de mejora a nivel de procesos, a nivel de experiencia del cliente y también a nivel personal. La escucha activa se convertirá en una herramienta muy potente para mejorar continuamente en cualquier ámbito y eso incluye también tus relaciones personales. Verás un cambio en tu relación con las personas que trabajan contigo, también con tus clientes y proveedores. Pero te sorprenderá ver cómo mejora la calidad de las relaciones que tengas con personas ajenas a la empresa. Al fin y al cabo, cuando hablamos nos gusta que nos escuchen, así que ¿por qué no hacerlo de la mejor manera?