Desde que eras pequeño que te han dicho que estudies una carrera universitaria. La idea era que encontraras un buen trabajo, ¿verdad? Sin embargo, en tu casa siempre ha habido personas emprendedoras, empresarios consolidados con una compañía que hace tiempo que funciona y que mantiene la economía familiar. Siempre has visto esa empresa como una prolongación de tu casa y a medida que ibas creciendo te dabas cuenta de que en algún momento, todo aquello iba a ser tuyo. Es probable, incluso, que hayas podido acceder a esos estudios superiores que te recomendaban y que tu elección, en cierta manera, haya estado condicionada por ese futuro que te parecía ineludible. Ahora eres adulto. La empresa sigue firme, pero sus líderes ya tienen una edad y han decidido pasarte el testigo. ¡Enhorabuena! Acabas de heredar la empresa familiar. ¿Te suena esta situación?
El sistema
Desde que somos pequeños nos han dicho constantemente que estudiemos y que nos preparemos para encontrar un trabajo en el que nos paguen bien. Pero muy pocas personas han recibido mensajes tan reiteradamente para que se conviertan en empresarios. ¡Qué le vamos a hacer! El sistema está hecho así. Y, sin embargo, los empresarios ni han desaparecido ni han dejado de aparecer.
El problema real se da cuando recibimos mensajes contradictorios. Y es que si eres hijo o hija de empresarios, ésta suele ser la situación; ya que por un lado te animan a estudiar algo “útil” para colocarte en una empresa solvente, pero a medida que pasa el tiempo te vas dando cuenta de que lo más fácil es colocarte en la empresa familiar. Y, cuidado, no estoy diciendo que el concepto empresa familiar y empresa solvente no puedan ir juntos. ¡Ni mucho menos! Simplemente que parece que tu capacidad de elección realmente no era más que un espejismo.
Trabajar en la empresa familiar
Dejando atrás lo que hayas decidido estudiar, si está relacionado con la actividad económica de la empresa familiar o no; el tema es que acabas trabajando en ella. Puede que te hagan empezar desde abajo, que tengas que trabajar codo con codo con las personas que conoces desde hace la tira de años. Tal vez, no sea así y te asignen un cargo de responsabilidad desde el primer día. En el fondo, eso no importa demasiado, porque siempre serás el hijo del jefe y, en cualquier caso, la idea es que aprendas cómo funcionan las cosas para poder pasarte el testigo cuando estés preparado.
Pero pongámonos en situación. Esa empresa lleva funcionando varias décadas. La manera en que trabajan, muy probablemente, sea obsoleta. Tal vez, incluso haya personas que a ti no te parezca que estén aportando nada y ahí siguen. Es posible que consideres oportuno abrir una nueva rama de negocio, dadas las circunstancias actuales. Y mil cosas más. Pero, al fin y al cabo, ¿quién eres tú para llegar y ponerte a hacer todos estos cambios? No te equivoques, sigues siendo el hijo del jefe, alguien que acaba de llegar y que no tiene ni idea de lo que significa llevar una empresa. O al menos eso es lo que pensará mucha de la gente que forma parte del engranaje corporativo. Y el día que tu padre decida realmente irse y dejarlo todo en tus manos, seguirás teniendo una empresa que ni pediste ni puede que tampoco quieras.
Ser empresario
Como te he dicho antes, el sistema nos prepara para ser trabajadores y ejecutores. No obstante, ser empresario tendría que alejarte del rol ejecutor para adoptar el del líder. Y eso no es un botón que puedas apretar y que reprograme tu cerebro, sino que requiere un proceso por tu parte. Tal vez, tú seas de los privilegiados a los que no les resulta complicado dar el salto, pero para la gran mayoría es algo realmente difícil y hay algunos que nunca lo consiguen. Y a la vista está que ser empresario no es misión imposible. ¡Tienes el ejemplo en tu propia casa! Esa empresa nació de la nada y ha estado ahí desde que tienes memoria.
Claro que eso es un extra de responsabilidad porque nadie quiere decepcionar a sus padres, ¿verdad? ¿Cómo se sentirían si esa empresa que tanto ha supuesto para ellos se viese abocada al cierre por tu mala gestión? ¡Ni lo pienses! Aunque sé que dentro de tu corazón es uno de los miedos que te atormentan.
La cultura del fracaso
En cuanto a cultura empresarial vamos muy atrasados. Nuestra sociedad de referencia en este sector es, sin duda, los Estados Unidos de América. Y sin que me tiemble la voz, te puedo asegurar que nos llevan una ventaja de entre 7 y 10 años. Allí emprender es parte de su cultura y que un proyecto empresarial fracase no es algo negativo ni motivo para que te señalen con el dedo. Aquí, por el contrario, tenemos el famoso “ya te lo dije” que siempre nos hunde más en la miseria. Es decir, además de la carga emocional que supone fracasar, tenemos que sumarle la carga social de aceptar el fracaso públicamente. En EEUU, siempre es más preciado contratar a una persona que ha emprendido y fracasado en varias ocasiones que otra que no lo haya hecho nunca. ¿Por qué? Porque ellos consideran que cuando algo no funciona siempre tienes la opción de aprender de ello. Por lo que las personas que fracasaron tienen más bagaje que las que ni se atrevieron a hacerlo. Y eso sin contar con las características personales que los emprendedores tienen ya de por sí.
Es precisamente por nuestra cultura de señalar con el dedo que muchas personas tiene miedo de hacer según qué movimientos. ¿Y qué pasa? Pues que no los hacen. No tienen la opción de fracasar y, por lo tanto, tampoco aprenden. Eso nos convierte en empresas bastante estáticas y hoy en día, como empresarios, no nos lo podemos permitir.
La gestión del cambio
Seguro que has oído la famosa frase de “si siempre se han hecho las cosas así y funcionan, ¿por qué las vamos a cambiar ahora?”. Bueno, eso era válido antes. Desde la crisis del 2008 hacia aquí las cosas han cambiado mucho. De hecho, cuando internet pasó a formar parte de nuestras vidas, todo empezó a cambiar mucho más rápido de lo que lo hacía anteriormente. Hoy en día podemos hablar de una sociedad líquida que cambia de forma constantemente y que nos obliga a adaptarnos según esa forma que adopte.
Si has heredado la empresa familiar, es muy probable que vengas de una tendencia conservadora, que la compañía no haya variado mucho a lo largo de su vida útil. Pero también estarás de acuerdo conmigo en que esto tiene los días contados. La pandemia actual ha acelerado estos procesos y las empresas que no estaban dispuestas a cambiar simplemente han ido desapareciendo. Como decía Darwin, “evolucionar o morir” y en los negocios también se puede aplicar su teoría.
¿Que llegas tú y quieres hacer cambios? ¡Estupendo! Valora las opciones que tienes y cómo podrías implementar ese cambio que tienes en la cabeza. Cuenta con las personas que tienes cerca de ti y argumenta el motivo o los motivos por los que crees necesario tomar estas medidas. Si tienen fundamentos, es cuestión de evaluar cómo hacerlos.
La empresa que no quieres
Si has trabajado duro para labrarte un futuro laboral y nunca has contemplado el hecho de heredar la empresa familiar como una realidad plausible, pero resulta que ahora ahí la tienes; es probable que por no dar un disgusto o porque no sabes decir que no, te la hayas quedado sin rechistar. ¡Menuda responsabilidad! Acabas de heredar la empresa que no quieres.
Es incluso probable que hayas estudiado algo que no tenga nada que ver con la actividad económica de la empresa que ahora manejas. “¿Y qué hago?” Pues, si este es tu caso, tienes dos opciones.
La primera es que vendas la empresa. Es cierto que ha sido el medio de vida de tu familia durante mucho tiempo, pero la realidad actual es que tú tienes otros proyectos que no tienen nada que ver con esto y no quieres hacerte cargo de ello. Si lo ves así de claro, no te rijas por el apego emocional y busca la practicidad. Deshazte de este lastre y céntrate en lo que realmente quieres hacer.
La otra opción que te ofrezco es que te conviertas en el gerente, pero que delegues el resto de funciones tanto como puedas. Si eliges esta manera de proceder, que sepas que te vas a embarcar en un proceso mucho más largo. Ten en cuenta que si quieres que la empresa siga adelante aunque tú no estés al pie del cañón, tendrás que asegurarte de que las personas que vas dejando al cargo son responsables y se toman en serio su papel. Cuando consigas una jerarquía sólida, tu gestión se verá reducida a reuniones de control y podrás seguir con tus proyectos personales contando además con los ingresos que te suponga que la empresa familiar siga funcionando bajo tu gerencia.
El heredero y la empresa
Si decides tomar el papel que antes tenía tu padre como líder de la empresa y continuar con su gestión estando al frente al 100%, es probable que te encuentres con dificultades en el proceso de adquisición de funciones. Es decir, que sobre el papel seas el líder corporativo pero que a la hora de la verdad no acabes de tener libertad de decisión. Si este tema te llama la atención, te recomiendo que le eches un vistazo a este otro artículo. De todos modos, una vez superada esa etapa y consideres que la empresa es plenamente tuya, también tuyo será el poder de decisión y podrás transformar la empresa en aquello que consideres oportuno. Haz y deshaz a tu antojo, pero intenta siempre que tu equipo forme parte de ese proceso evolutivo para que la gestión del cambio sea más llevadera.
De hecho, los cambios siempre son duros porque nos suelen llevar fuera de nuestra zona de confort. Pero, como siempre digo, nuestra zona de confort puede ser un verdadero infierno y no nos estaremos dando cuenta hasta que no salgamos de ella. Hacerlo y ampliarla siempre nos dará un punto de vista más amplio y nos permitirá valorar cualquier cosa de nuestro entorno desde una perspectiva más crítica. Heredar una empresa no es moco de pavo y sé a ciencia cierta que suele ser un pozo de conflictos que mezclan negocios, familias, sentimientos y relaciones personales. Lo cual, todavía los convierte en asuntos más complicados con los que lidiar.
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