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Que levante la mano quien no se haya topado en la vida con una o más personas tóxicas: una amistad, una relación sentimental, un familiar, un compañero de trabajo… No importa el ámbito porque este tipo de personas tienen algo en común y es que cuando te topas con una de ellas tu vida se vuelve mucho más complicada. Y, tal vez, nuestra primera reacción sea apartarlas de nuestro lado. Pero suele ser un proceso largo porque primero nos tenemos que dar cuenta de que estas personas nos están perjudicando y eso no es una tarea fácil en la mayoría de los casos. No por nada, no porque sean muy hábiles o porque mediten mucho sus acciones, sino simplemente porque los árboles muchas veces no nos dejan ver el bosque.

Como podrás adivinar, hoy vamos a hablar sobre las personas tóxicas en el ambiente de trabajo porque el resto de relaciones, mejor se las dejamos a sus respectivos profesionales. ¿Te parece?

La convivencia en el ambiente laboral

Cuando hablamos de compañerismo y de ambiente de trabajo nos referimos a la parte más humana del entorno laboral, por lo que decidir cómo serán estos aspectos dependerá enteramente de las personas y de las relaciones que se establezcan entre ellas. Dicho de otro modo, estos dos aspectos condicionarán el funcionamiento del grupo o equipo de trabajo, ya sea bueno o malo. Es por eso mismo, que hay ciertos roles o ciertas actitudes que será mejor evitar si queremos que nuestro equipo tenga una evolución adecuada.

Se trata de esas personas que consideramos tóxicas para el grupo, que no aportan nada y que además entorpecen el rendimiento del mismo. Nos referimos a las personas que son pesimistas, críticas destructivas, que no se lo toman en serio, las que se oponen a todo por sistema, las dominantes, las presuntuosas, etc. Dicho así parece que hay muchos perfiles, y así es, pero hoy nos vamos a centrar en aquellos que son considerados los más tóxicos. Y no es porque sean mortales, sino básicamente porque son los más comunes. Además, te los voy a ordenar de menor a mayor toxicidad. Así que, empecemos por el más inocuo de todos ellos.

1. El pasota

Básicamente, se trata de aquellas personas que no hacen nada. No impiden que se lleven a cabo las tareas, pero sí que se transformarán en un lastre que será necesario arrastrar para poder alcanzar los objetivos empresariales. Este rol lo adoptan quienes no quieren asumir ningún compromiso. Aquellos que delegan cualquier tipo de tarea que les pueda suponer un reto. Las personas que incluso se ausentan con frecuencia de su puesto y que destinan su tiempo a tareas menos productivas o que no tienen nada que ver con su trabajo, como puede ser chatear, navegar por internet, atender llamadas personales, etc. En definitiva, y como su nombre indica, se trata de alguien que pasa de todo. 

Como se ha comentado antes, este no es un rol especialmente tóxico, pero sí que es común. Por suerte, es relativamente fácil de reconducir ya que, la mayoría de las veces, estaremos ante un caso de desmotivación. Y lo cierto es que bien reconducido se puede transformar para conseguir un trabajador activo y motivado.

2. El crítico compulsivo

Estaremos de acuerdo en que las críticas son buenas siempre y cuando se hagan con el ánimo de mejorar algo. El problema es cuando nos encontramos con alguien que critica por sistema todo lo que se hace y dice sin ofrecer una solución o alternativa. De nuevo, nos encontramos con una persona que no se siente comprometida con el resto de su equipo. Por ello, suele transformar su incomodidad en desconfianza y malestar que acaba por transmitir al resto a través de las críticas.

A veces esta actitud viene provocada por la envidia. También es posible que la desconfianza dé paso a pensar que todos los demás están en su contra y que hablan mal de él o ella cuando no está.

Este rol tiene un grado más de toxicidad que el anterior porque no es fácil de reconducir. En este caso, existe una delgada línea roja entre intentar que no se sienta mal con el resto del equipo (prestándole atención, escuchando sus críticas, rebatiéndolas con una argumentación consistente, etc.) y el poder de manipulación que esta persona pueda tener sobre el resto del grupo.

3. El perro del hortelano

Este rol es parecido al anterior, aunque bastante más tóxico. Es posible que incluya la crítica sistemática, pero lo que realmente le caracteriza es su actitud obstaculizadora. Como el perro del hortelano, que no come ni deja comer.

Por lo tanto, es probable que facilite información ambigua o confusa, alargue los procesos de toma de decisiones por dudas no demasiado razonables, invierta mucho tiempo en tareas improductivas o secundarias, etc. En muchos casos, todas estas acciones las lleva a cabo para evitar tener responsabilidades. O sea que, en definitiva, nos encontramos ante alguien muy desmotivado y que no entiende o comparte el motivo de ser de la compañía.

Para poder lidiar con este tipo de personas será necesario explicarles muy claramente (incluso por escrito, si se considera oportuno) cuáles son exactamente sus tareas, en qué periodo de tiempo tienen que estar hechas y hasta dónde llegan sus responsabilidades. Aún así, se trata de un rol bastante tóxico con el que no es fácil lidiar porque ni hace ni deja hacer.

4. El falso jefe

El que asimila este rol se cree el jefe cuando en realidad no lo es. Pero, tal vez, lo peor sea que se lo cree de verdad. Por ello, impone su criterio como si fuese un dogma y manda y ordena al resto del grupo cada vez que tiene la ocasión. Esta actitud desconcierta a los demás componentes y desenfoca la prioridad de las tareas, por lo las gestiones se vuelven mucho más lentas e ineficaces. Además, su firme mandato puede dar pie a que se generen más personas tóxicas adoptando roles de los que ya hemos hablado antes dentro de su radio de acción.

Si esto sucede, puede incluso provocar que se acabe por destruir el equipo de trabajo, si no se trata a tiempo. Por este motivo, cuando detectamos personas tóxicas que adoptan este rol es necesario ofrecerle el reconocimiento profesional que necesita. Porque, recuerda, se cree el jefe y realmente necesita ser reconocido por sus logros. 

Ya sé que puede parecer sorprendente, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos esta actitud no es más que una fachada. Suelen ser personas con una baja autoestima se autoimponen para protegerse de las críticas ajenas. De ahí esa actitud con la que quieren destacar y esa necesidad tan profunda de reconocimiento público. Pero cuidado, porque si te pasas podrías conseguir el efecto contrario y estarías alimentando esta conducta más que reconducirla. Su alto grado de toxicidad procede precisamente de este frágil equilibrio necesario para poder lidiar con una persona que adopte este rol.

El día a día con personas tóxicas

Trabajar junto a personas que asumen estos y otros roles negativos dentro del equipo de trabajo puede suponer un gran obstáculo. A nivel personal, lidiar con estas personas a diario y durante toda la jornada laboral puede resultar agotador. Y ya sabes cómo va esto: si en un cesto hay una manzana podrida es fácil que se eche todo a perder.

Pero no me malinterpretes, no te estoy diciendo que hagas una purga. Tampoco te lo recomendaría. Pero sí que como líder empresarial, es tu deber identificar estos roles y reconducirlos siempre y cuando creas que el esfuerzo vale la pena. Porque en la mayoría de los casos es una cuestión de liderazgo.

Es cierto que muy probablemente estas personas ya traigan la mochila llena de su casa, pero es tu deber como líder corporativo el saber motivarlas adecuadamente, detectar los problemas a tiempo (cuando aún se pueden solucionar sin tomar medidas drásticas), formar grupos de trabajo que generen sinergias y no confrontaciones, etc.

Así que para evitar todo esto es mejor que hemos visto hoy es necesario contar con una comunicación interna bien sana que nos permita controlar el estado de las relaciones entre los integrantes de nuestra empresa prácticamente en tiempo real.

Sin personas tóxicas, la vida es más fácil y el trabajo más productivo.

Imagen extraída de freepik.com

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